A razón de la maratón de Bogotá; que éste Domingo presenciaron cientos de árboles del tipo y otros miliares de ciudadanos intentando asemejarse a tales plantas, viene a colación preguntarse: ¿Por qué ganó nuevamente el kenyano? Poseemos la ventaja de altura y nuestra conformidad respecto al terreno desafiante que presentan las calles de nuestra ciudad - dignas de cualquier evento de rally o similares con sus innumerables obstáculos -.
Desde hace cuántos años ya los extranjeros se llevan la gloria en las hojas más altas del árbol, recibiendo toda la luz mediática, los reconocimientos y demás alabanzas de la meritocracia. Y no es únicamente exclusivo de los deportes, pues en cualquier lugar de nuestro país podemos observar el arrebato al que estamos acostumbrados, entrenados y dichosos de aceptar.
¿Entonces qué será? Nuestra falta de aplicación y dedicación nos dejó caminando entre la horda galopante tal maratón – alegre de brindarnos polvo para morder – o nos quedamos quejándonos de no recibir la suficiente atención para poder crecer, nos gusta pensar que la gloria es merecida y no adquirida.
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